sábado, 19 de junio de 2010

La fabulita de tu amor se terminó.



Vertiente de agua clara que me alcanza,

Me empapa entre gemidos y suspiros,

Que embriagan como gotas de rocío,

Las gemas de mi alma aún descalza.


Dulce clavel de pétalos sombríos,

Marchito por el rictus del hastío,

Que en copa de cristal bebió su vino

Enclavado en los cepos del destino.


No afecta si tu mano no me alza,

Y observas mi retrato sin decoro,

Tíñete de perfidia, si te calza,

Mas, sé donde ocultas tu tesoro.


Muéstrate con donaire y elegancia,

Que tus uñas limadas tienen brillo,

Su filo te hace daño y es de necia,

Uncir la tibia mano en frío grillo.


No aciertas al crear un desengaño,

En tu mente perspicaz y voladora,

Te infringes un sufrir y es extraño,

No intuyas que ese ser aún te añora.


Nadie te hubo robado tu cariño,

Como arguyes en lastimero canto,

Tu himno al dolor es un espanto,

No logras convencer siquiera a un niño.


Pretendes herir creándote romances,

Cándida treta, aún, para un infante,

Hasta tomando por ciertos, esos lances,

Me temo que tu amor… sigue vacante.


Horacielo


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viernes, 18 de junio de 2010

Amor al vacío.



En mi cementerio de tardes pleno,

Las lápidas versan dolores,

Pasiones y sinsabores,

Risas, llantos, emociones,

Rostros multicolores,

Y ese eterno vacío,

Que solo conoce el amor,

Porque amar es estar vivo.

Y do hay vida, hay dolor.

.
Horacielo


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miércoles, 16 de junio de 2010

Delirio bajo La Luna.



Hielos goteando muerte en tu semblante,

Ceño que frunce piedras en un instante,

Saco mi búho al ruedo, me desdibujo,

La Luna entre las ramas rasga su orujo,

Y la sal que precipita sobre mis labios,

Evoca recuerdos viejos de tus agravios,

Fieros escarabajos cuartean mi pecho,

Mientras que la cadena me empuja al lecho.

La cobra me hipnotiza con suave arrullo,

Lóbrego silencio acalla hasta mi orgullo,

Arde la insensatez, y en su fogata,

Se consumen los ánimos y el terror mata.

Contigo llegué a ser… mas, nunca fui,

Me vestí de erizo inerme, pero no huí,

Si ha de llover paz, apuremos la tormenta,

Aguacero sea tu amor, de verdad…

…y ya no mienta.


Horacielo


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Levedad insignificante.

cien-mirada

Dentro del mundo un ser,

Y en ese ser, un mundo

Tendiente a enloquecer,

Y envuelto en él, sucumbo.

Mieles de peregrinos

Que a la vera se escaldan

Mis cuerpos y yo huimos

De los manjares que matan.

Solo un candor que excede,

Un apeo en la garganta

Un sueño que se espanta,

Porque mi ilusión no puede.

Este vagido endiablado

Que corroe las entrañas

Brota al estar a su lado

Y me castiga con saña.

Escribo sin ton ni son,

Tengo el alma fracturada,

Mi vida tiene un colchón

De pañuelos en su falda.

Y en este ser y no ser,

Consume Cronos la estada,

Años y años sin saber,

Sin vivir, sin lograr nada.

Horacielo.

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martes, 15 de junio de 2010

Época de siega.



Daga, puñal, mazo o cuerda,

Toma en tus manos, mi Reina,

Húndela aquí en mi pecho,

Y acaba ya este tormento.

Arranca de un solo golpe,

La vida que Dios me ha dado,

Y que yo, en mi necedad,

Ni provecho le he sacado.

Eres incapaz mi alma,

De acto así de sangriento,

Se que es época de siega,

Y cosechar mi escarmiento.

Nadie pagará por mí yerro,

He de sufrir hasta el fin,

Solo y triste, como perro:

Torpeza de un hombre ruin.

Creo en Dios y soy un diablo,

A mi mismo me lo hablo:

Pa que creer si no acato,

Ni uno solo e sus mandatos.

No hay salvación lo sé,

Para mi alma injusta,

Y aunque esto no me gusta,

De entrada me equivoqué.

Creí que era suficiente,

Dar Amor y buen consejo,

Una comida caliente,

Un techo, estudios, pensé.

Mas, hoy sé que ha sido poco,

Por cara me lo han echado,

Y hoy que me hayo quebrado,

Y sin saber más que hacer,

Hasta perdí tu querer,

El coco te lo han lavado.

Tú me dirás “Pero estoy”

Estar, estás, no lo niego,

Pero pretendes sea ciego,

Sordo, mudo y hasta hoy,

Escarchar mi corazón,

Como un vegetal silente,

Que no diga lo que siente,

Ni utilice la razón.

Preso en mi propia cárcel,

La que forjaron las manos,

Que un día se entrelazaron,

Con decires de ternura,

Hoy son golpe y penitencia,

En macheteo constante,

Se condena mi existencia,

Me convertí en mendicante,

De amor, pasión, o dulzura,

Que cosa más humillante,

Amar y que te demuestren,

Odio, frialdad y fastidio.

O aquellos falsos cariños.

Y el vacío que se siente.

Mas, no es eso lo peor,

Lo que realmente me duele,

Es saber que ante mi muerte,

El balance va ser feo,

No haber dejado en el mundo,

Nadie que bien me recuerde,

Habla, a las claras, que soy,

Un ser que repele gente,

y no he de poderlo cambiar,

Por mucho… que lo intente.


Horacielo.


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domingo, 13 de junio de 2010

Esa flor de nomeolvides.



Y cómo habría de olvidar,

Media vida no me alcanza,

La flor que aferrada sigue,

En mi pecho, hizo su casa.

Mas, éste recuerdo vivo,

Que se deshoja, a ultranza,

Vierte miel en tus cabellos,

Crea un cielo en tu mirada,

Y a tu voz le da armonías,

Que enmudecen mi guitarra.

Tímida, osada tu risa,

Pone rubor en tu cara,

Por esas locuras nuestras,

Que aplaca la madrugada,

Y el vértigo de lo prohibido,

Con su pasión sazonada,

Que dio color a mi vida,

A esta vida… figurada.


Horacielo


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jueves, 10 de junio de 2010

Entre orquídeas y canela.



Espejismo de tu amor incandescente,

Que en murmullos se agazapa sutilmente,

Es cruda, la fiel realidad e intermitente,

Que hace a la vida convenir con tu creciente.


Fuerza la cresta de tu ola y en su arrullo,

Duerme un dolor acunado entre murmullos,

Y en tu sentir primigenio, que atesoro,

Guardas la estrella simiente que yo adoro.


Oro en papiros derramados con el arte,

Que hace a los príncipes, en jauría, desearte,

Yerguen sus pómulos en tropel, cautivos,

Hincan el ojo en tu verbo y quedan fríos.


Huera humedad que se derrama tibia,

Donde los jeques hienden su alfanje,

Que tanto en Soria, en Jordán o en Libia,

No hay clamor que tu decencia zanje.


Mira la cúspide que silente inflama,

En un gemido que solo oye el alma,

Se funde en un crisol en llamas,

Se columpia hasta perder la calma.


Y en el éxtasis postrero se adelanta,

A verter cada gota, de vida, derrochada,

Escurriéndose como una ardiente manta,

Que abriga aquella orquídea deshojada.


Más tarde, el hedor de miel y canela en rama,

Difunde en el aire de la umbrosa estancia,

Y con mirada yerma enfocada en la distancia,

Los brazos de Morfeo te elevan de tu cama.


Horacielo


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miércoles, 9 de junio de 2010

Tu nombre.



Quema tu nombre mis labios,

Que arden a cada suspiro,

Viajando hasta ti, en un instante.

Suelta amarras mi corazón que navega,

Y se tiende a tus pies de cristal,

A la espera del “te quiero” ansiado,

Una suave brisa me acuna el alma,

Cuando deletreo las letras escritas,

En las arenas movedizas del recuerdo.

Horacielo


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Migajas de pasión.



La diadema de tu amor se me coló,

Entre tus suaves suspiros carmesí,

Y al frondoso corazón de colibrí,

Una a una, sutiles joyas, colocó.


El lucero de tu empática pasión,

Sigiloso entre la urbe se infiltró,

A la puerta de mis sueños él llamó,

Y su brillo me cegó hasta la razón.


Hoy absorto en tu hedonismo, voy,

Tras el rastro hechicero de tu aire,

Colmarás mi exigua vida de ilusión,


Si me tiras unas migas de emoción,

Y te abres, ante mí, con tu donaire,

A sabiendas del bohemio que yo soy.


 
Horacielo

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Es mi claudicar.



En mi jardín que huele a remembranzas,

Con su triste vegetar descolorido,

Siembro espinas de abrojos adheridos,

A las débiles fibras de mi alma.


Ruego penitente que horada mis rodillas,

En súplica eterna e infecunda,

Y ese oasis de amor, escurridizo,

Ya no vierte sus aguas de esperanza.


Se consume este Sol, ya casi extinto,

Y en su larga agonía se desangran,

Dos luceros cual brillo enceguecían,

Y eran miel, de las ninfas y las hadas.


Que universo tan frío, es hoy mi mundo,

Pero es frío que quema, aquí, en el pecho,

Me acurruco aterido en mi gélido desierto,

Mientras oigo los remos de la balsa del averno.
Horacielo


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Algo así.



Algo así como un susurro trémulo,

Ebrio de pasión y sentimiento,

Algo así como una onda sedosa,

Que flamea en el mismo susurro,

Algo así como tu musa desnuda,

Que imprime en la seda, un mar de sentimiento,

Y lo claro del deseo, y lo oscuro que lo oculta,

Punto franco donde nace, el final interrumpido…

Algo así como tu verbo auscultado por mis ojos,

Algo así como tu arte que a mi espíritu ha saciado,

Algo así como…

¡Qué bueno! Que se crucen los caminos,

Algo así como un oráculo que se ciega ante el destino,

Algo así… Es solo eso… Un “algo” como un poema,

Que en tus manos halló nido, se apareó mi corazón…

Y de ellos… Nació este escrito.


Horacielo

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domingo, 6 de junio de 2010

Donde manda capitán…



Dónde estará mi nave,

Dónde el viento,

Que a puerto suave

Y sin tormento,

Meza mi ser etéreo

En tierno arrullo.


Sórdida embriaguez

De amor en vano,

Conjura pertinaz,

En que me obstino,

Ansias de huir

Y huyendo muero.


Paradójica dicotomía,

En mi mente impera,

Batalla mi razón,

En cruenta guerra,

Mas, dice el corazón,

Victoria mía.


Horacielo.

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Y un día… ya no te vi más.






Sabías de mi recelo,

A que tú, te me acercaras,

Desde entonces yo temía,

Que en estos postreros años

Un puñal, tú, me clavaras.

Pero tus ímpetus adolescentes,

De vendaval desbocado,

En mi senda atravesaron

Esos, tus carnosos labios

Que nunca osé ni rozarlos.

Y ese mirar indiferente,

Incomprendido, lo sé,

Y a la vez, desconcertante,

Acopiaste mis caricias

Sin siquiera inmutarte,

Tampoco de ellas huiste,

Y no sé si disfrutaste.

Aunque, creo recordar,

Cierta fugaz ocasión,

De tu manos el calor

Erizándome la nuca.

Esos dones que tú tienes,

Y que sabes, son la carne,

La artimaña de tu anzuelo,

Para que piquen los bagres,

Con candidez bien actuada,

En la hoguera de mis ojos,

Impasible, los echaste.

Y esa manta tan sutil

Que cubrió la liviandad

Escondida en tu regazo,

Me quitó la libertad

De mostrar todo el ardor,

Que me quemaba en las manos.

Y de ti, yo me prendé

Sin siquiera musitarlo,

Años y años te cuidé,

Como si fuera tu hermano.

Mas lo tuyo fue el poder

Y el placer de doblegar,

A quién te osó rechazar,

Hiriendo ese vano orgullo.

Mucho tiempo para perder,

Y tu terquedad de acero,

Fueron caldo de cultivo

Para criar tu vanidad.

Y fue así que sin querer

Quiso la suerte que vieras,

Que mi entelequia entera,

Se postraba ante tus pies,

Y desde allí tu interés

Y tu carencia de afecto,

Se hicieron polvo siniestro

Que el viento se llevó después.

De ahí, ya no te vi más,

Ni un mensaje contestaste,

De tu agenda me borraste,

Y te inventaste excusas,

Qué tu hermana no calló.

Y por eso me he enterado,

Que ni siquiera un llamado

Para las fiestas atendiste,

Y yo me quedé tan triste

Por no saber que pasó,

Por lo menos un reproche

Por tu boca sermoneado,

Me hubiera sido más franco,

Que la fría indiferencia,

Y la actitud tan silente,

Con la que me pagas hoy.



Horacielo.

sábado, 5 de junio de 2010

Entre el arpa y la guitarra.



Diadema rubí que espera,

Un mastín y una ginesta,

Verde, azules y dorados,

Del campo de primavera,

Arrebolando al costado.


Triste fluir de oquedades,

Que lanza el corazón canoro,

En su cetrino interludio,

Pié en abismo, monte alto,

Vista yerma, oyendo un coro.


Que en anhelante suspiro,

Gime, llora, sufre y quema,

El incienso de su hoguera,

Por este ser que se apresta,

A inmolar su vida entera.


Tristeza de haber nacido,

Con ese sello en la frente

Que lo condena indolente,

A ocultarse en el olvido,

De esa que miente y niega.


Cavilando en su simiente,

Que con despectivo endecho,

Dejo su cuero desecho,

Manos de sangre, vertiente

Carmín que el pecho segrega.


Ultimo grito al vacío,

Nadie que le conteste,

Ceño fruncido, arrebato.

Roza el frío del sepulcro,

Moja sus pies en la muerte.


Piedras, barranco, tinieblas,

Lo alientan a que despeñe,

Se aproxima hasta el abismo,

Mira a la parca y sonríe...

entregándose, él mismo.



Horacielo

Pasión atemporal.






¡Ay Amor! Tu mirar,

Tristura de melancolía,

En tus ojos estampaste,

Luceros de noche fría.

Y el reflejo de tu alma,

Alma de niña crecida,

En tus reclamos subyace,

Un dejo de consentida.

Esos años, que atesoro,

Y que cuentas, tú, de vida,

Sabes tú, mi bella dama,

Veintiséis más, sin mentira,

Cuenta en su haber, este cano,

Que hoy en letras se deslía.

Que si fuera yo muchacho,

De veintitantos, descuida,

No habría cosa que no hiciese,

Para en mis brazos rendida,

Verte caer y sin más,

Amarte día tras día.

Yo te agradezco mi niña,

Toda tu cortesía,

¿Qué futuro sería aquel,

Que este viejo ofrecería?

Tú tienes los años mozos,

Y yo mi destino en ruinas,

Tú eres un sueño de oro,

Y yo en cambio… pesadilla.

¿Cómo cierro con decoro

Un poema que me humilla?

Solo me resta decirte:

Belleza que atemoriza,

Que si mi edad fuese acorde,

Contigo me casaría…


Horacielo.

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jueves, 20 de mayo de 2010

Celos del mar.




Mar que meces su recuerdo,

Y en tu rompiente simulas

El murmullo de su voz.

En tus abismos me pierdo,

Imagino que deambulas

Por sus playas tan veloz.

Que te envidio la premura,

Con que tú bañas su orilla,

Y es tanta la cerrazón,

Que mi pecho se conjura,

Que quiero hundirte la quilla,

Y arrancarte el corazón.



Horacielo

miércoles, 19 de mayo de 2010

Espejo negro.



No hay bemoles en su vida,

Ni matiz en los colores,

Grita el blanco sus fulgores,

Mas el negro los despinta,

Suenan sordas, laicas notas,

Y otras bullen muy sucintas.

Sequedad que se consume

En áspera hiel palatina,

Que los temores destilan

Para esconderse en su tinta,

Desenvainando pasiones

Y ansiedades variopintas.

Leve ser que se consuela

En dioses que atemorizan,

Y en su vaivén sacrosanto

Mece su alma hecha trizas,

Y se deslía en quebrantos

Junto a su ornato y su cincha.

Quiebra, la luz, asestando

Un furibundo torrente,

O una andanada silente;

De estúpidos arrebatos.

Luego, congoja y culpa,

Se le anudan en el pecho,

Y la campana golpea,

En sus sienes machacando,

Sacrilegio haz cometido,

Mísero ser infiel,

Y un remordimiento cruel,

Se apodera del beato.

Horacielo.

lunes, 17 de mayo de 2010

Carne rubí de cobre





Brasas, en el arenal salitroso,

De tu piel que perdiga tibieza,

Y en un ansia dispone la mesa,

Tu brisa juvenil, tu aire saleroso.

Y el chispear de tus lánguidos ojos,

En un suave retoque de fulgura,

Ilumina en tus labios la dulzura,

Del verbo incitando mis despojos.

Cobre de arena, sal y bruñido oro,

Que flamea al son de los timbales,

Tus caderas en euritmias geniales,

Marcan ritmos del eco más sonoro.

Zigzag de gentes, que indolentes,

O en muecas de dolor escarnecidas.

Puedes perdonar, pero no olvidas,

Aquello que mancilla lo que sientes.

Soñar en un soñar de sueños locos,

Que acrecientan mis ansias de tenerte,

Lucho en ellos hasta la misma muerte,

Vuelo en cielos surcados por sirocos.

Y en mi cubil que huele a desapego,

Me tiendo lacio, sobre desarmonías,

Que derrumban mis manos vacías,

Ávidas por acariciar tu tez de fuego.

La Luna hiende el mar y yo silente

Rebusco en el arcón del frío lecho,

Y entre caricias yermas me confundo,

Fijo mis labios en tu boca sugerente,

Cubro con raso las turgencias de tu pecho,

Y escurro mi alma en tu deseo más profundo.


Horacielo.

domingo, 16 de mayo de 2010

Como un erizo,


Veo amapolas…
Un campo lleno de rojas amapolas,
Y allí, un erizo sediento de caricias
De esas caricias… que nunca llegan.

Qué culpa tengo, se pregunta,
Si Dios así me creó;
Si mis agudas púas hieren;
Quién osará acariciarme.
Así, cavilando, estaba,
Mientras un rayo de Sol
Le escaldaba el lomo,
Y el viento peinaba sus espinas.
Se sintió reconfortado:
La cálida y suave ternura
Del viento y el resplandor
Se coló entre el follaje
Mimándolo sin temor…
.

-Quisiera que seas Mi Sol,
Brisa tibia en la mañana,
Que sin temor me acaricies,
Y mi piel nunca sea daga,
Ni otra parte de mi ser,
Hinque espinas en tu calma.
Pero solo es el delirio,
De este que yace en un sueño,
De esos sueños imposibles,
Que se narran en las jarcias.


Horacielo




sábado, 15 de mayo de 2010

Suelta tu verbo.








(dedicado a Anahy Aileen)


Tienes de poeta la simiente,

El arte te alcanza, te desborda,

Bota ya, la muleta por la borda,

Que fluya tu pluma libremente.



Te lo pido, así, humildemente,

Espero lo recibas de igual modo,

Con tu don y gracia, tienes todo,

Confía en el ingenio de tu mente.



Ser la causa de tu ira o tu enojo,

No está dentro de, mis apetencias,

Solo ansío que notes la presencia,

De tu musa, que te mira de reojo.


Horacielo

Mi descarriado destino.



Hebras blancas solitarias,

Paren luceros ambarinos,

Lo hacen para perderme,

En sus lagos cristalinos.


Siéntate junto a mí,

Mano blanca del destino,

Dime donde entretejiste,

Tu trampa de seda y lino.

¿Qué hay de toda esa coherencia,

Con que movías los hilos?

Hoy me sumerge en el caos,

La daga de cuatro filos.


La Luna que me acompaña,

Tal vez me libre del frío,

De ese pecho indolente,

Que haz cruzado en mi camino…


Horacielo.

Maravillosa mujer.




Tienes la templanza que me inspira,

Úngeme en tu verbo nectarino.

Enciende tus luceros, que en su pira,

Resplandece este, mi rostro cetrino,

Enjúgame las lágrimas, que en tu falda,

Soñaré mi sueño vespertino.

Úntame de dulzura los cabellos

Nómbrame con tu voz de caramelo,

Iza las velas, llévame a tu cielo,

Cuando a tus pies, postrado,

Acaricie el grial de tus desvelos.



Horacielo.

Al son de mi corazón.



Quiero sentirte esta noche,
Muchacha bonita,
Dulzura de arrope
Y esencia cerril.

Quiero perderme en tus brazos,
Besar tus deseos,
Dormir en tu cuerpo,
Saberte feliz.

Y cuando el alba despunte,
Beber tus caricias,
Tocar tu ternura,
Verte sonreír.

Saber que toda mi vida
Será solo tuya,
Y así nuestros sueños
Poder compartir.

Esto resuena en mi mente,
Con música antigua,
No sé si lo he oído,
No quiero mentir.

Siguen las notas sonando,
Y así las transcribo,
Tal cual como alcanzo
Las a percibir.

Un cielo azul se diluye
En gotas brillantes
Que el alma rocía
En mi porvenir.

Y aún si el aire enrarece
Mi cálido fuego,
Tenerte a mi lado
Me hace revivir.

Como dejar de quererte,
Mi amante soñada,
Si faltas mi reina,
Dejo de vivir.

Y si el amor perdurase
Extinta mi vida,
Mi sueño cumplido
Lo habré de ungir.

Horacielo.

viernes, 14 de mayo de 2010

Para alcanzarte.




Quise volar en alas del ensueño
Al encuentro de tu alma adormilada
En estertores blandos de poeta ignoto
Me corrí en tus sueños selenitas.
Y en un quejo agudo de violines rancios,
Se esfumó tu aroma y borró tu rastro.
Melindre de cayo hueso, en vertientes
De locura, que se amilanan princesa,
Por no alcanzarte en altura,
Tus versos son un prodigio,
Digno de rapsoda ilustre,
Enjugan vertientes tristes,
Endulzan con su ternura,
Y hasta de rojo se visten,
Cuando tu pasión se exalta,
En delicados matices
De ignífugas añoranzas.
Dame a beber el licor
Preciado de tu sustancia,
Para ser tu digno amor,
Del talante de tu magia.


Horacielo

Corazón de bufón.




En brazos de Morfeo te evoca mi deseo,
Vano elixir que se derrama tibio
Y se escurre en la infecunda seda.
Tu recuerdo sigiloso se desliza
Por la humedad que dejó tu boca,
En los umbrales ávidos y erguidos.
Tu liviandad al valorar mi esmero,
Creo la paradoja de lo dulce amargo,
Querías los laureles y ya los obtuviste,
Dejándome la acritud de tu rara ponzoña
Clavada en las sutiles fibras de mi alma.
No es tu culpa, lo sé: ha sido mía,
Todo por salvarte a ti, del desengaño,
Me quedé encallado en el cenagoso fango,
E inmerso en un hoyo de pasiones lacias.
Pero habré de salir de allí, fortalecido,
Con más sabiduría, y la mente calma,
No más, regalar mis gemas a las aguas,
Que el cieno del fondo, tan solo las empaña.

Horacielo

sábado, 20 de marzo de 2010

Exótico amor




Noche fría, noche glauca,
Viciada de utopías,
Guarda esta pasión fatua,
Sálvala entre tus bridas.
Que el naciente se acerca,
Con su paso soñoliento,
Ahogando ilusiones,
Liquidando con acero
Una cellisca completa,
Del licor de los amores.
No desmayes ni te hundas
Entre sombras de abedules,
Yergue tus fieras bravuras,
En piélago de tahúres.
Que corcel en rió seco,
Solo polvo, él levanta,
Igual que la salamanca,
Es la coral en su lecho.
No finjas ser si no eres
Quien pretendes evocar.
Exótico amor locuaz,
Que montas a pelo raso,
Es tu apego tan fugaz,
Que pávido me endecho.


Horacielo

Cadena perpetua.




Sabor de mieles rancias
Que anida en mi pecho,
Solo cala la estancia,
Frío, desazón, endecho.

El caldero de tu amor,
Mil agujas en mi piel,
Transmutan en truhán dolor,
La noche insomne y cruel.

Entre las sombras mordaces,
Viles fantasmas anidan,
Hay un miedo que subyace,
Encarneciendo heridas.

Trémulo humor palpita,
Como rocío del alba,
Surca pómulos, agita,
Cercena hasta mi alma.

¿Será que perdón no tengo?
Pues, en sus manos está.
Por su virtud es que vengo,
A implorar su caridad.


Horacielo

Simiente estéril




Luna que te sumerges en profundas aguas,
Con claror de mieles fugitivas
Cual refulgido acero coronado,
Y de sienes malévolas, desterrado.

Gemir de rostros inocentes,
Que miran sin saber lo no sabido,
Y guardan su arrojo, escondido,
En letrillas trovadas, ingenuamente.

Son estos vocablos sin sentido,
Que brotan de mi ser, incongruente,
Y ni siquiera conservan la simiente,
De nada que amerite ser leído.

Y sin embargo, estas tú, ahí, presente,
Leyendo todo este desvarío,
Tratando de encontrar, inútilmente,
Sensatez en un escrito tan baldío.

Tu tiempo es tuyo y tú lo usas,
Como a tu gusto le plazca, francamente.
Mas, si fuera tú, me guardaría,
De no derrocharlo, así, estérilmente.

Horacielo

Aturdido por el silencio.




Ninfa por Natura distinguida,
Que vuelcas el alma en los papiros,
Do el sol en tus playas ha mecido
Tus bravuras, tus entregas, tus retiros.

No aflore tu mutismo lacerante,
En alas de rapaces no abdiques,
No te hundas en su cieno aberrante,
Vulnera, con tu verbo, sus tabiques.

Que tu prosa es cúmulo de estrellas,
Que adornan nuestras ávidas esencias,
Vi desiertos florecer ante tus letras,

Vi como, en verso, conciencias tú penetras;
De aquellas almas desgarradas por carencias,
Y vi el filo de tus versos... forjando epopeyas.

Horacielo

En sueño.

Soy ente abstracto, soy espectro, soy quimera,
Que fluye entre las sombras, impertinente,
Me difundo hasta ti, cristal durmiente,
Te preño con mi sol de primavera.

Mis manos besan la seda de tu vientre,
Y acarician tus contornos sugerentes,
Se posan en tus zonas más turgentes,
Se eriza tu piel: ¡Tu piel me siente!

Susurros dulces derramo en tus oídos,
Y una mueca risueña dibuja tu semblante,
Tal vez, tu soñar albergue este instante,
O represente, otro grato deseo reprimido.

De pronto, volteas y tu mano me traspasa,
Un terremoto secular golpea mi existencia,
Noto asombrado que adviertes mi presencia,
Cuando tu alma a mi esencia, ella abraza.


Horacielo

jueves, 18 de marzo de 2010

La historia de nunca acabar.

Las sombras, resignadas por no lograr la calma ansiada,
dejan al mar pariendo un Sol de hematita.
La agreste soledad, el viento,
que en su furia, hace rodar las piedras,
el embravecido oleaje que gruñe en la rompiente,
y mi alma fría, seca, arrasada por tu ausencia.
La vela de la noche no alumbró este desconsuelo,
mil puertas avizoradas desde lejos no me tientan,
o tal vez sí, pero no quiero, no puedo.
Tu ciclón arrasó mi fuerza, mi calma, mi vida entera.
Huérfano se quedó mi sentimiento, y estoy cansado…
Ya no deseo comenzar de nuevo.
Y este rugir de las aguas que me incitan,
que me llaman,
mas, no me agencio.
Mis piernas entumecidas sobre las rocas me reclaman movimiento,
pero no, no se lo doy, se lo niego.
Quiero flagelar mi cuerpo entero,
su estúpida pasión por ti,
me condenó, y hoy estoy muerto,
aunque él siga viviendo.
Febo acelera su paso buscando su cenit,
mi piel se abrasa en su fulgor y
el arco iris de mis lágrimas encandila mis ojos,
mientras mi sollozo danza al compás de la marea.
La brisa no refresca el vaho sofocante.
Me arrastro entre las piedras
hasta la sombra proyectada por el faro.




A lo lejos se oye un barco que ha tocado puerto.
A mis pies retorna el movimiento,
me pongo en marcha hacia el gentío,
sin ganas,
la cabeza hirviendo,
los brazos afiebrados se erizan y sienten espinos fríos.
Acelero la marcha,
démosle un día más a esta historia sin sentido.


Horacielo.

jueves, 11 de marzo de 2010

Si al menos te fijases en mí, sabrías que...

La vida te daría en este instante,
A ti mujer que escribes tan sentido,
Si fuese posible el cometido,
De amarnos aunque estemos tan distantes.

Como no amar a la que reina a toda hora,
En las fibras de mi alma enamorada,
Tú extraña mujer que me enamoras,
Con tus versos, tu arte y tu mirada.


Vivo en el sueño eterno de tenerte,
En mis brazos aunque sea una mañana,
Y entregarte mi ser eternamente,
Por saberte de mí enamorada...



Horacielo

jueves, 18 de febrero de 2010

Agonía de un sueño de fantasía.


Tímida remembranza

De amores concluidos

En un sinfín de vagos

Recuerdos esculpidos,

Cual vieja hojarasca,

Encarna en la tierra,

Sus dones abultados,

Su pecho sugerente.

Cálida luz de otoño,

Torna resplandeciente,

Su rostro agraciado,

Su mirada ausente.

Cabellos que se mecen

Sobre sus ojos fijos,

Mirando al horizonte,

Inexpresivamente.

Gélida opresión,

Que en su pecho enclava,

Un frío corazón,

Dejo su piel helada.

Vuela sobre el recuerdo:

Águila devastada,

Borra de sí, la ilusión,

Y vuelve sin decir nada.








De las Poesías de Horacielo.