sábado, 19 de junio de 2010

La fabulita de tu amor se terminó.



Vertiente de agua clara que me alcanza,

Me empapa entre gemidos y suspiros,

Que embriagan como gotas de rocío,

Las gemas de mi alma aún descalza.


Dulce clavel de pétalos sombríos,

Marchito por el rictus del hastío,

Que en copa de cristal bebió su vino

Enclavado en los cepos del destino.


No afecta si tu mano no me alza,

Y observas mi retrato sin decoro,

Tíñete de perfidia, si te calza,

Mas, sé donde ocultas tu tesoro.


Muéstrate con donaire y elegancia,

Que tus uñas limadas tienen brillo,

Su filo te hace daño y es de necia,

Uncir la tibia mano en frío grillo.


No aciertas al crear un desengaño,

En tu mente perspicaz y voladora,

Te infringes un sufrir y es extraño,

No intuyas que ese ser aún te añora.


Nadie te hubo robado tu cariño,

Como arguyes en lastimero canto,

Tu himno al dolor es un espanto,

No logras convencer siquiera a un niño.


Pretendes herir creándote romances,

Cándida treta, aún, para un infante,

Hasta tomando por ciertos, esos lances,

Me temo que tu amor… sigue vacante.


Horacielo


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viernes, 18 de junio de 2010

Amor al vacío.



En mi cementerio de tardes pleno,

Las lápidas versan dolores,

Pasiones y sinsabores,

Risas, llantos, emociones,

Rostros multicolores,

Y ese eterno vacío,

Que solo conoce el amor,

Porque amar es estar vivo.

Y do hay vida, hay dolor.

.
Horacielo


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miércoles, 16 de junio de 2010

Delirio bajo La Luna.



Hielos goteando muerte en tu semblante,

Ceño que frunce piedras en un instante,

Saco mi búho al ruedo, me desdibujo,

La Luna entre las ramas rasga su orujo,

Y la sal que precipita sobre mis labios,

Evoca recuerdos viejos de tus agravios,

Fieros escarabajos cuartean mi pecho,

Mientras que la cadena me empuja al lecho.

La cobra me hipnotiza con suave arrullo,

Lóbrego silencio acalla hasta mi orgullo,

Arde la insensatez, y en su fogata,

Se consumen los ánimos y el terror mata.

Contigo llegué a ser… mas, nunca fui,

Me vestí de erizo inerme, pero no huí,

Si ha de llover paz, apuremos la tormenta,

Aguacero sea tu amor, de verdad…

…y ya no mienta.


Horacielo


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Levedad insignificante.

cien-mirada

Dentro del mundo un ser,

Y en ese ser, un mundo

Tendiente a enloquecer,

Y envuelto en él, sucumbo.

Mieles de peregrinos

Que a la vera se escaldan

Mis cuerpos y yo huimos

De los manjares que matan.

Solo un candor que excede,

Un apeo en la garganta

Un sueño que se espanta,

Porque mi ilusión no puede.

Este vagido endiablado

Que corroe las entrañas

Brota al estar a su lado

Y me castiga con saña.

Escribo sin ton ni son,

Tengo el alma fracturada,

Mi vida tiene un colchón

De pañuelos en su falda.

Y en este ser y no ser,

Consume Cronos la estada,

Años y años sin saber,

Sin vivir, sin lograr nada.

Horacielo.

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martes, 15 de junio de 2010

Época de siega.



Daga, puñal, mazo o cuerda,

Toma en tus manos, mi Reina,

Húndela aquí en mi pecho,

Y acaba ya este tormento.

Arranca de un solo golpe,

La vida que Dios me ha dado,

Y que yo, en mi necedad,

Ni provecho le he sacado.

Eres incapaz mi alma,

De acto así de sangriento,

Se que es época de siega,

Y cosechar mi escarmiento.

Nadie pagará por mí yerro,

He de sufrir hasta el fin,

Solo y triste, como perro:

Torpeza de un hombre ruin.

Creo en Dios y soy un diablo,

A mi mismo me lo hablo:

Pa que creer si no acato,

Ni uno solo e sus mandatos.

No hay salvación lo sé,

Para mi alma injusta,

Y aunque esto no me gusta,

De entrada me equivoqué.

Creí que era suficiente,

Dar Amor y buen consejo,

Una comida caliente,

Un techo, estudios, pensé.

Mas, hoy sé que ha sido poco,

Por cara me lo han echado,

Y hoy que me hayo quebrado,

Y sin saber más que hacer,

Hasta perdí tu querer,

El coco te lo han lavado.

Tú me dirás “Pero estoy”

Estar, estás, no lo niego,

Pero pretendes sea ciego,

Sordo, mudo y hasta hoy,

Escarchar mi corazón,

Como un vegetal silente,

Que no diga lo que siente,

Ni utilice la razón.

Preso en mi propia cárcel,

La que forjaron las manos,

Que un día se entrelazaron,

Con decires de ternura,

Hoy son golpe y penitencia,

En macheteo constante,

Se condena mi existencia,

Me convertí en mendicante,

De amor, pasión, o dulzura,

Que cosa más humillante,

Amar y que te demuestren,

Odio, frialdad y fastidio.

O aquellos falsos cariños.

Y el vacío que se siente.

Mas, no es eso lo peor,

Lo que realmente me duele,

Es saber que ante mi muerte,

El balance va ser feo,

No haber dejado en el mundo,

Nadie que bien me recuerde,

Habla, a las claras, que soy,

Un ser que repele gente,

y no he de poderlo cambiar,

Por mucho… que lo intente.


Horacielo.


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domingo, 13 de junio de 2010

Esa flor de nomeolvides.



Y cómo habría de olvidar,

Media vida no me alcanza,

La flor que aferrada sigue,

En mi pecho, hizo su casa.

Mas, éste recuerdo vivo,

Que se deshoja, a ultranza,

Vierte miel en tus cabellos,

Crea un cielo en tu mirada,

Y a tu voz le da armonías,

Que enmudecen mi guitarra.

Tímida, osada tu risa,

Pone rubor en tu cara,

Por esas locuras nuestras,

Que aplaca la madrugada,

Y el vértigo de lo prohibido,

Con su pasión sazonada,

Que dio color a mi vida,

A esta vida… figurada.


Horacielo


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jueves, 10 de junio de 2010

Entre orquídeas y canela.



Espejismo de tu amor incandescente,

Que en murmullos se agazapa sutilmente,

Es cruda, la fiel realidad e intermitente,

Que hace a la vida convenir con tu creciente.


Fuerza la cresta de tu ola y en su arrullo,

Duerme un dolor acunado entre murmullos,

Y en tu sentir primigenio, que atesoro,

Guardas la estrella simiente que yo adoro.


Oro en papiros derramados con el arte,

Que hace a los príncipes, en jauría, desearte,

Yerguen sus pómulos en tropel, cautivos,

Hincan el ojo en tu verbo y quedan fríos.


Huera humedad que se derrama tibia,

Donde los jeques hienden su alfanje,

Que tanto en Soria, en Jordán o en Libia,

No hay clamor que tu decencia zanje.


Mira la cúspide que silente inflama,

En un gemido que solo oye el alma,

Se funde en un crisol en llamas,

Se columpia hasta perder la calma.


Y en el éxtasis postrero se adelanta,

A verter cada gota, de vida, derrochada,

Escurriéndose como una ardiente manta,

Que abriga aquella orquídea deshojada.


Más tarde, el hedor de miel y canela en rama,

Difunde en el aire de la umbrosa estancia,

Y con mirada yerma enfocada en la distancia,

Los brazos de Morfeo te elevan de tu cama.


Horacielo


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miércoles, 9 de junio de 2010

Tu nombre.



Quema tu nombre mis labios,

Que arden a cada suspiro,

Viajando hasta ti, en un instante.

Suelta amarras mi corazón que navega,

Y se tiende a tus pies de cristal,

A la espera del “te quiero” ansiado,

Una suave brisa me acuna el alma,

Cuando deletreo las letras escritas,

En las arenas movedizas del recuerdo.

Horacielo


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Migajas de pasión.



La diadema de tu amor se me coló,

Entre tus suaves suspiros carmesí,

Y al frondoso corazón de colibrí,

Una a una, sutiles joyas, colocó.


El lucero de tu empática pasión,

Sigiloso entre la urbe se infiltró,

A la puerta de mis sueños él llamó,

Y su brillo me cegó hasta la razón.


Hoy absorto en tu hedonismo, voy,

Tras el rastro hechicero de tu aire,

Colmarás mi exigua vida de ilusión,


Si me tiras unas migas de emoción,

Y te abres, ante mí, con tu donaire,

A sabiendas del bohemio que yo soy.


 
Horacielo

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Es mi claudicar.



En mi jardín que huele a remembranzas,

Con su triste vegetar descolorido,

Siembro espinas de abrojos adheridos,

A las débiles fibras de mi alma.


Ruego penitente que horada mis rodillas,

En súplica eterna e infecunda,

Y ese oasis de amor, escurridizo,

Ya no vierte sus aguas de esperanza.


Se consume este Sol, ya casi extinto,

Y en su larga agonía se desangran,

Dos luceros cual brillo enceguecían,

Y eran miel, de las ninfas y las hadas.


Que universo tan frío, es hoy mi mundo,

Pero es frío que quema, aquí, en el pecho,

Me acurruco aterido en mi gélido desierto,

Mientras oigo los remos de la balsa del averno.
Horacielo


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Algo así.



Algo así como un susurro trémulo,

Ebrio de pasión y sentimiento,

Algo así como una onda sedosa,

Que flamea en el mismo susurro,

Algo así como tu musa desnuda,

Que imprime en la seda, un mar de sentimiento,

Y lo claro del deseo, y lo oscuro que lo oculta,

Punto franco donde nace, el final interrumpido…

Algo así como tu verbo auscultado por mis ojos,

Algo así como tu arte que a mi espíritu ha saciado,

Algo así como…

¡Qué bueno! Que se crucen los caminos,

Algo así como un oráculo que se ciega ante el destino,

Algo así… Es solo eso… Un “algo” como un poema,

Que en tus manos halló nido, se apareó mi corazón…

Y de ellos… Nació este escrito.


Horacielo

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domingo, 6 de junio de 2010

Donde manda capitán…



Dónde estará mi nave,

Dónde el viento,

Que a puerto suave

Y sin tormento,

Meza mi ser etéreo

En tierno arrullo.


Sórdida embriaguez

De amor en vano,

Conjura pertinaz,

En que me obstino,

Ansias de huir

Y huyendo muero.


Paradójica dicotomía,

En mi mente impera,

Batalla mi razón,

En cruenta guerra,

Mas, dice el corazón,

Victoria mía.


Horacielo.

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Y un día… ya no te vi más.






Sabías de mi recelo,

A que tú, te me acercaras,

Desde entonces yo temía,

Que en estos postreros años

Un puñal, tú, me clavaras.

Pero tus ímpetus adolescentes,

De vendaval desbocado,

En mi senda atravesaron

Esos, tus carnosos labios

Que nunca osé ni rozarlos.

Y ese mirar indiferente,

Incomprendido, lo sé,

Y a la vez, desconcertante,

Acopiaste mis caricias

Sin siquiera inmutarte,

Tampoco de ellas huiste,

Y no sé si disfrutaste.

Aunque, creo recordar,

Cierta fugaz ocasión,

De tu manos el calor

Erizándome la nuca.

Esos dones que tú tienes,

Y que sabes, son la carne,

La artimaña de tu anzuelo,

Para que piquen los bagres,

Con candidez bien actuada,

En la hoguera de mis ojos,

Impasible, los echaste.

Y esa manta tan sutil

Que cubrió la liviandad

Escondida en tu regazo,

Me quitó la libertad

De mostrar todo el ardor,

Que me quemaba en las manos.

Y de ti, yo me prendé

Sin siquiera musitarlo,

Años y años te cuidé,

Como si fuera tu hermano.

Mas lo tuyo fue el poder

Y el placer de doblegar,

A quién te osó rechazar,

Hiriendo ese vano orgullo.

Mucho tiempo para perder,

Y tu terquedad de acero,

Fueron caldo de cultivo

Para criar tu vanidad.

Y fue así que sin querer

Quiso la suerte que vieras,

Que mi entelequia entera,

Se postraba ante tus pies,

Y desde allí tu interés

Y tu carencia de afecto,

Se hicieron polvo siniestro

Que el viento se llevó después.

De ahí, ya no te vi más,

Ni un mensaje contestaste,

De tu agenda me borraste,

Y te inventaste excusas,

Qué tu hermana no calló.

Y por eso me he enterado,

Que ni siquiera un llamado

Para las fiestas atendiste,

Y yo me quedé tan triste

Por no saber que pasó,

Por lo menos un reproche

Por tu boca sermoneado,

Me hubiera sido más franco,

Que la fría indiferencia,

Y la actitud tan silente,

Con la que me pagas hoy.



Horacielo.

sábado, 5 de junio de 2010

Entre el arpa y la guitarra.



Diadema rubí que espera,

Un mastín y una ginesta,

Verde, azules y dorados,

Del campo de primavera,

Arrebolando al costado.


Triste fluir de oquedades,

Que lanza el corazón canoro,

En su cetrino interludio,

Pié en abismo, monte alto,

Vista yerma, oyendo un coro.


Que en anhelante suspiro,

Gime, llora, sufre y quema,

El incienso de su hoguera,

Por este ser que se apresta,

A inmolar su vida entera.


Tristeza de haber nacido,

Con ese sello en la frente

Que lo condena indolente,

A ocultarse en el olvido,

De esa que miente y niega.


Cavilando en su simiente,

Que con despectivo endecho,

Dejo su cuero desecho,

Manos de sangre, vertiente

Carmín que el pecho segrega.


Ultimo grito al vacío,

Nadie que le conteste,

Ceño fruncido, arrebato.

Roza el frío del sepulcro,

Moja sus pies en la muerte.


Piedras, barranco, tinieblas,

Lo alientan a que despeñe,

Se aproxima hasta el abismo,

Mira a la parca y sonríe...

entregándose, él mismo.



Horacielo

Pasión atemporal.






¡Ay Amor! Tu mirar,

Tristura de melancolía,

En tus ojos estampaste,

Luceros de noche fría.

Y el reflejo de tu alma,

Alma de niña crecida,

En tus reclamos subyace,

Un dejo de consentida.

Esos años, que atesoro,

Y que cuentas, tú, de vida,

Sabes tú, mi bella dama,

Veintiséis más, sin mentira,

Cuenta en su haber, este cano,

Que hoy en letras se deslía.

Que si fuera yo muchacho,

De veintitantos, descuida,

No habría cosa que no hiciese,

Para en mis brazos rendida,

Verte caer y sin más,

Amarte día tras día.

Yo te agradezco mi niña,

Toda tu cortesía,

¿Qué futuro sería aquel,

Que este viejo ofrecería?

Tú tienes los años mozos,

Y yo mi destino en ruinas,

Tú eres un sueño de oro,

Y yo en cambio… pesadilla.

¿Cómo cierro con decoro

Un poema que me humilla?

Solo me resta decirte:

Belleza que atemoriza,

Que si mi edad fuese acorde,

Contigo me casaría…


Horacielo.

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