sábado, 20 de marzo de 2010

Exótico amor




Noche fría, noche glauca,
Viciada de utopías,
Guarda esta pasión fatua,
Sálvala entre tus bridas.
Que el naciente se acerca,
Con su paso soñoliento,
Ahogando ilusiones,
Liquidando con acero
Una cellisca completa,
Del licor de los amores.
No desmayes ni te hundas
Entre sombras de abedules,
Yergue tus fieras bravuras,
En piélago de tahúres.
Que corcel en rió seco,
Solo polvo, él levanta,
Igual que la salamanca,
Es la coral en su lecho.
No finjas ser si no eres
Quien pretendes evocar.
Exótico amor locuaz,
Que montas a pelo raso,
Es tu apego tan fugaz,
Que pávido me endecho.


Horacielo

Cadena perpetua.




Sabor de mieles rancias
Que anida en mi pecho,
Solo cala la estancia,
Frío, desazón, endecho.

El caldero de tu amor,
Mil agujas en mi piel,
Transmutan en truhán dolor,
La noche insomne y cruel.

Entre las sombras mordaces,
Viles fantasmas anidan,
Hay un miedo que subyace,
Encarneciendo heridas.

Trémulo humor palpita,
Como rocío del alba,
Surca pómulos, agita,
Cercena hasta mi alma.

¿Será que perdón no tengo?
Pues, en sus manos está.
Por su virtud es que vengo,
A implorar su caridad.


Horacielo

Simiente estéril




Luna que te sumerges en profundas aguas,
Con claror de mieles fugitivas
Cual refulgido acero coronado,
Y de sienes malévolas, desterrado.

Gemir de rostros inocentes,
Que miran sin saber lo no sabido,
Y guardan su arrojo, escondido,
En letrillas trovadas, ingenuamente.

Son estos vocablos sin sentido,
Que brotan de mi ser, incongruente,
Y ni siquiera conservan la simiente,
De nada que amerite ser leído.

Y sin embargo, estas tú, ahí, presente,
Leyendo todo este desvarío,
Tratando de encontrar, inútilmente,
Sensatez en un escrito tan baldío.

Tu tiempo es tuyo y tú lo usas,
Como a tu gusto le plazca, francamente.
Mas, si fuera tú, me guardaría,
De no derrocharlo, así, estérilmente.

Horacielo

Aturdido por el silencio.




Ninfa por Natura distinguida,
Que vuelcas el alma en los papiros,
Do el sol en tus playas ha mecido
Tus bravuras, tus entregas, tus retiros.

No aflore tu mutismo lacerante,
En alas de rapaces no abdiques,
No te hundas en su cieno aberrante,
Vulnera, con tu verbo, sus tabiques.

Que tu prosa es cúmulo de estrellas,
Que adornan nuestras ávidas esencias,
Vi desiertos florecer ante tus letras,

Vi como, en verso, conciencias tú penetras;
De aquellas almas desgarradas por carencias,
Y vi el filo de tus versos... forjando epopeyas.

Horacielo

En sueño.

Soy ente abstracto, soy espectro, soy quimera,
Que fluye entre las sombras, impertinente,
Me difundo hasta ti, cristal durmiente,
Te preño con mi sol de primavera.

Mis manos besan la seda de tu vientre,
Y acarician tus contornos sugerentes,
Se posan en tus zonas más turgentes,
Se eriza tu piel: ¡Tu piel me siente!

Susurros dulces derramo en tus oídos,
Y una mueca risueña dibuja tu semblante,
Tal vez, tu soñar albergue este instante,
O represente, otro grato deseo reprimido.

De pronto, volteas y tu mano me traspasa,
Un terremoto secular golpea mi existencia,
Noto asombrado que adviertes mi presencia,
Cuando tu alma a mi esencia, ella abraza.


Horacielo

jueves, 18 de marzo de 2010

La historia de nunca acabar.

Las sombras, resignadas por no lograr la calma ansiada,
dejan al mar pariendo un Sol de hematita.
La agreste soledad, el viento,
que en su furia, hace rodar las piedras,
el embravecido oleaje que gruñe en la rompiente,
y mi alma fría, seca, arrasada por tu ausencia.
La vela de la noche no alumbró este desconsuelo,
mil puertas avizoradas desde lejos no me tientan,
o tal vez sí, pero no quiero, no puedo.
Tu ciclón arrasó mi fuerza, mi calma, mi vida entera.
Huérfano se quedó mi sentimiento, y estoy cansado…
Ya no deseo comenzar de nuevo.
Y este rugir de las aguas que me incitan,
que me llaman,
mas, no me agencio.
Mis piernas entumecidas sobre las rocas me reclaman movimiento,
pero no, no se lo doy, se lo niego.
Quiero flagelar mi cuerpo entero,
su estúpida pasión por ti,
me condenó, y hoy estoy muerto,
aunque él siga viviendo.
Febo acelera su paso buscando su cenit,
mi piel se abrasa en su fulgor y
el arco iris de mis lágrimas encandila mis ojos,
mientras mi sollozo danza al compás de la marea.
La brisa no refresca el vaho sofocante.
Me arrastro entre las piedras
hasta la sombra proyectada por el faro.




A lo lejos se oye un barco que ha tocado puerto.
A mis pies retorna el movimiento,
me pongo en marcha hacia el gentío,
sin ganas,
la cabeza hirviendo,
los brazos afiebrados se erizan y sienten espinos fríos.
Acelero la marcha,
démosle un día más a esta historia sin sentido.


Horacielo.

jueves, 11 de marzo de 2010

Si al menos te fijases en mí, sabrías que...

La vida te daría en este instante,
A ti mujer que escribes tan sentido,
Si fuese posible el cometido,
De amarnos aunque estemos tan distantes.

Como no amar a la que reina a toda hora,
En las fibras de mi alma enamorada,
Tú extraña mujer que me enamoras,
Con tus versos, tu arte y tu mirada.


Vivo en el sueño eterno de tenerte,
En mis brazos aunque sea una mañana,
Y entregarte mi ser eternamente,
Por saberte de mí enamorada...



Horacielo