jueves, 20 de mayo de 2010

Celos del mar.




Mar que meces su recuerdo,

Y en tu rompiente simulas

El murmullo de su voz.

En tus abismos me pierdo,

Imagino que deambulas

Por sus playas tan veloz.

Que te envidio la premura,

Con que tú bañas su orilla,

Y es tanta la cerrazón,

Que mi pecho se conjura,

Que quiero hundirte la quilla,

Y arrancarte el corazón.



Horacielo

miércoles, 19 de mayo de 2010

Espejo negro.



No hay bemoles en su vida,

Ni matiz en los colores,

Grita el blanco sus fulgores,

Mas el negro los despinta,

Suenan sordas, laicas notas,

Y otras bullen muy sucintas.

Sequedad que se consume

En áspera hiel palatina,

Que los temores destilan

Para esconderse en su tinta,

Desenvainando pasiones

Y ansiedades variopintas.

Leve ser que se consuela

En dioses que atemorizan,

Y en su vaivén sacrosanto

Mece su alma hecha trizas,

Y se deslía en quebrantos

Junto a su ornato y su cincha.

Quiebra, la luz, asestando

Un furibundo torrente,

O una andanada silente;

De estúpidos arrebatos.

Luego, congoja y culpa,

Se le anudan en el pecho,

Y la campana golpea,

En sus sienes machacando,

Sacrilegio haz cometido,

Mísero ser infiel,

Y un remordimiento cruel,

Se apodera del beato.

Horacielo.

lunes, 17 de mayo de 2010

Carne rubí de cobre





Brasas, en el arenal salitroso,

De tu piel que perdiga tibieza,

Y en un ansia dispone la mesa,

Tu brisa juvenil, tu aire saleroso.

Y el chispear de tus lánguidos ojos,

En un suave retoque de fulgura,

Ilumina en tus labios la dulzura,

Del verbo incitando mis despojos.

Cobre de arena, sal y bruñido oro,

Que flamea al son de los timbales,

Tus caderas en euritmias geniales,

Marcan ritmos del eco más sonoro.

Zigzag de gentes, que indolentes,

O en muecas de dolor escarnecidas.

Puedes perdonar, pero no olvidas,

Aquello que mancilla lo que sientes.

Soñar en un soñar de sueños locos,

Que acrecientan mis ansias de tenerte,

Lucho en ellos hasta la misma muerte,

Vuelo en cielos surcados por sirocos.

Y en mi cubil que huele a desapego,

Me tiendo lacio, sobre desarmonías,

Que derrumban mis manos vacías,

Ávidas por acariciar tu tez de fuego.

La Luna hiende el mar y yo silente

Rebusco en el arcón del frío lecho,

Y entre caricias yermas me confundo,

Fijo mis labios en tu boca sugerente,

Cubro con raso las turgencias de tu pecho,

Y escurro mi alma en tu deseo más profundo.


Horacielo.

domingo, 16 de mayo de 2010

Como un erizo,


Veo amapolas…
Un campo lleno de rojas amapolas,
Y allí, un erizo sediento de caricias
De esas caricias… que nunca llegan.

Qué culpa tengo, se pregunta,
Si Dios así me creó;
Si mis agudas púas hieren;
Quién osará acariciarme.
Así, cavilando, estaba,
Mientras un rayo de Sol
Le escaldaba el lomo,
Y el viento peinaba sus espinas.
Se sintió reconfortado:
La cálida y suave ternura
Del viento y el resplandor
Se coló entre el follaje
Mimándolo sin temor…
.

-Quisiera que seas Mi Sol,
Brisa tibia en la mañana,
Que sin temor me acaricies,
Y mi piel nunca sea daga,
Ni otra parte de mi ser,
Hinque espinas en tu calma.
Pero solo es el delirio,
De este que yace en un sueño,
De esos sueños imposibles,
Que se narran en las jarcias.


Horacielo




sábado, 15 de mayo de 2010

Suelta tu verbo.








(dedicado a Anahy Aileen)


Tienes de poeta la simiente,

El arte te alcanza, te desborda,

Bota ya, la muleta por la borda,

Que fluya tu pluma libremente.



Te lo pido, así, humildemente,

Espero lo recibas de igual modo,

Con tu don y gracia, tienes todo,

Confía en el ingenio de tu mente.



Ser la causa de tu ira o tu enojo,

No está dentro de, mis apetencias,

Solo ansío que notes la presencia,

De tu musa, que te mira de reojo.


Horacielo

Mi descarriado destino.



Hebras blancas solitarias,

Paren luceros ambarinos,

Lo hacen para perderme,

En sus lagos cristalinos.


Siéntate junto a mí,

Mano blanca del destino,

Dime donde entretejiste,

Tu trampa de seda y lino.

¿Qué hay de toda esa coherencia,

Con que movías los hilos?

Hoy me sumerge en el caos,

La daga de cuatro filos.


La Luna que me acompaña,

Tal vez me libre del frío,

De ese pecho indolente,

Que haz cruzado en mi camino…


Horacielo.

Maravillosa mujer.




Tienes la templanza que me inspira,

Úngeme en tu verbo nectarino.

Enciende tus luceros, que en su pira,

Resplandece este, mi rostro cetrino,

Enjúgame las lágrimas, que en tu falda,

Soñaré mi sueño vespertino.

Úntame de dulzura los cabellos

Nómbrame con tu voz de caramelo,

Iza las velas, llévame a tu cielo,

Cuando a tus pies, postrado,

Acaricie el grial de tus desvelos.



Horacielo.

Al son de mi corazón.



Quiero sentirte esta noche,
Muchacha bonita,
Dulzura de arrope
Y esencia cerril.

Quiero perderme en tus brazos,
Besar tus deseos,
Dormir en tu cuerpo,
Saberte feliz.

Y cuando el alba despunte,
Beber tus caricias,
Tocar tu ternura,
Verte sonreír.

Saber que toda mi vida
Será solo tuya,
Y así nuestros sueños
Poder compartir.

Esto resuena en mi mente,
Con música antigua,
No sé si lo he oído,
No quiero mentir.

Siguen las notas sonando,
Y así las transcribo,
Tal cual como alcanzo
Las a percibir.

Un cielo azul se diluye
En gotas brillantes
Que el alma rocía
En mi porvenir.

Y aún si el aire enrarece
Mi cálido fuego,
Tenerte a mi lado
Me hace revivir.

Como dejar de quererte,
Mi amante soñada,
Si faltas mi reina,
Dejo de vivir.

Y si el amor perdurase
Extinta mi vida,
Mi sueño cumplido
Lo habré de ungir.

Horacielo.

viernes, 14 de mayo de 2010

Para alcanzarte.




Quise volar en alas del ensueño
Al encuentro de tu alma adormilada
En estertores blandos de poeta ignoto
Me corrí en tus sueños selenitas.
Y en un quejo agudo de violines rancios,
Se esfumó tu aroma y borró tu rastro.
Melindre de cayo hueso, en vertientes
De locura, que se amilanan princesa,
Por no alcanzarte en altura,
Tus versos son un prodigio,
Digno de rapsoda ilustre,
Enjugan vertientes tristes,
Endulzan con su ternura,
Y hasta de rojo se visten,
Cuando tu pasión se exalta,
En delicados matices
De ignífugas añoranzas.
Dame a beber el licor
Preciado de tu sustancia,
Para ser tu digno amor,
Del talante de tu magia.


Horacielo

Corazón de bufón.




En brazos de Morfeo te evoca mi deseo,
Vano elixir que se derrama tibio
Y se escurre en la infecunda seda.
Tu recuerdo sigiloso se desliza
Por la humedad que dejó tu boca,
En los umbrales ávidos y erguidos.
Tu liviandad al valorar mi esmero,
Creo la paradoja de lo dulce amargo,
Querías los laureles y ya los obtuviste,
Dejándome la acritud de tu rara ponzoña
Clavada en las sutiles fibras de mi alma.
No es tu culpa, lo sé: ha sido mía,
Todo por salvarte a ti, del desengaño,
Me quedé encallado en el cenagoso fango,
E inmerso en un hoyo de pasiones lacias.
Pero habré de salir de allí, fortalecido,
Con más sabiduría, y la mente calma,
No más, regalar mis gemas a las aguas,
Que el cieno del fondo, tan solo las empaña.

Horacielo