sábado, 15 de mayo de 2010

Maravillosa mujer.




Tienes la templanza que me inspira,

Úngeme en tu verbo nectarino.

Enciende tus luceros, que en su pira,

Resplandece este, mi rostro cetrino,

Enjúgame las lágrimas, que en tu falda,

Soñaré mi sueño vespertino.

Úntame de dulzura los cabellos

Nómbrame con tu voz de caramelo,

Iza las velas, llévame a tu cielo,

Cuando a tus pies, postrado,

Acaricie el grial de tus desvelos.



Horacielo.