miércoles, 9 de junio de 2010

Es mi claudicar.



En mi jardín que huele a remembranzas,

Con su triste vegetar descolorido,

Siembro espinas de abrojos adheridos,

A las débiles fibras de mi alma.


Ruego penitente que horada mis rodillas,

En súplica eterna e infecunda,

Y ese oasis de amor, escurridizo,

Ya no vierte sus aguas de esperanza.


Se consume este Sol, ya casi extinto,

Y en su larga agonía se desangran,

Dos luceros cual brillo enceguecían,

Y eran miel, de las ninfas y las hadas.


Que universo tan frío, es hoy mi mundo,

Pero es frío que quema, aquí, en el pecho,

Me acurruco aterido en mi gélido desierto,

Mientras oigo los remos de la balsa del averno.
Horacielo


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