
No hay bemoles en su vida,
Ni matiz en los colores,
Grita el blanco sus fulgores,
Mas el negro los despinta,
Suenan sordas, laicas notas,
Y otras bullen muy sucintas.
Sequedad que se consume
En áspera hiel palatina,
Que los temores destilan
Para esconderse en su tinta,
Desenvainando pasiones
Y ansiedades variopintas.
Leve ser que se consuela
En dioses que atemorizan,
Y en su vaivén sacrosanto
Mece su alma hecha trizas,
Y se deslía en quebrantos
Junto a su ornato y su cincha.
Quiebra, la luz, asestando
Un furibundo torrente,
O una andanada silente;
De estúpidos arrebatos.
Luego, congoja y culpa,
Se le anudan en el pecho,
Y la campana golpea,
En sus sienes machacando,
Sacrilegio haz cometido,
Mísero ser infiel,
Y un remordimiento cruel,
Se apodera del beato.
Horacielo.